En nuestro país hecho de bananas todo el mundo parece preocupado por decir lo que no es. Se podrán decir muchas cosas, pero que a nadie se le ocurra decir “X” es oficialista o “Y” es opositor, ahí sí que la cosa cambia, parece algo imperdonable.
La oposición – ése menjunje desordenado de adolescentes que no puede controlar su ego - diciendo que no apoyó o no apoyará tal o cual medida de este Gobierno o cualquier otro anterior. El Gobierno, preocupándose en dar explicaciones a cosas - que bordean la legalidad - inexplicables que hace y dice sin el menor de los tapujos. Algunos medios, corridos por la tinta que derraman otros, están preocupados en decir que no son, nunca han sido ni serán oficialistas, sino que son independientes.
OK, queda claro lo que no son, pero ¿qué son? Además de ocupar su tiempo en hablar, ¿qué hacen? ¿Qué propuestas tienen?
En el medio de todo este palabrerío barato, de cuarta, está la gente, - ése conglomerado de anónimos esperando pasivamente respuestas de uno u otro lado e información fidedigna de algún lado.
La gente espera y es muy paciente, muy tolerante. La paciencia, y la tolerancia son compañeros inseparables del “olvido” popular de la participación de ciertos personajes en hechos más que bochornosos acontecidos a lo largo de la vida institucional (o no) del País. Esa tolerancia “mómica” permite hacer más agradable el transcurso del tiempo y permite también las críticas minimalistas a los impulsos testiculares de un Gobierno que se esfuerza por demostrar su capacidad de improvisación, a una oposición cuyo único objetivo es criticar todo cuanto el Gobierno hace (hasta las pocas cosas buenas que ha hecho) y unos medios partícipes necesarios y fascinados por la telenovela diaria que protagonizan cada uno de los actores políticos de turno.
¿Porqué – me pregunto – si somos seres pensantes, inteligentes, capaces, desperdiciamos nuestro preciado tiempo en las banalidades que nos imponen? ¿Porqué conformarnos con el entretenimiento barato que abunda, en vez de encarar los miles de problemas que vemos con sólo salir a la calle de nuestro propio barrio? ¿Por qué seguir dejando que nos roben nuestra dignidad con una sonrisa en la cara? ¿Porqué no exigimos más, porqué no nos preocupamos? ¿Porqué no nos tomamos el trabajo, porqué no hacemos el esfuerzo, aunque no veamos los resultados en nuestro efímero hoy? ¿Cuándo vamos a cambiar el hablar de las tetas, los culos, etc. por una discusión de los temas de fondo? ¿Hasta cuándo vamos a ser espectadores de esta patética novela de las 2 de la tarde?
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